viernes, 17 de marzo de 2017

SOLO EL FIN DEL MUNDO



El principio siempre coincide con el final y el final siempre es un nuevo principio. Eso afirman antiguos pensadores sobre el carácter cíclico del tiempo y eso mismo, nos atrevemos a decir, es lo que asume Xavier Dolan con su último drama; dejándonos claro, una vez más, nuestra insignificancia frente a este paradigma dimensional (El tiempo) que a veces nos encierra y nos asfixia en un espacio que parece perturbador.
Sorprende, en primera instancia, que haya tardado 4 años en asumir la idea de querer hacer la película, después de que la actriz Anne Dorval le haya recomendado la obra, pieza del francés Jean-Luc Lagarce. En sus propias palabras, Dolan dice “El tiempo tiene sus maneras de actuar, y como casi siempre, Anne tenía razón”. Y seguramente este film llegó cuando tenía que llegar, después de 5 magistrales películas que le dieron reconocimiento en festivales y tal vez, la madurez para adaptar una obra en la que se propuso conservar el lenguaje.



Como dice la frase y el párrafo inicial, este film es un retorno inevitable y una obra del tiempo. Tras doce años de ausencia, Louis -un escritor- regresa a su pueblo natal, guiado en parte por la nostalgia, para anunciarle a su familia que se está muriendo. Mientras intenta recuperar los vínculos con su entorno familiar, los conflictos se desatan alimentando discusiones y rencores.
Lo que primero sale a la vista es la fortaleza de los personajes, tan teatrales como reales, capaces de representar en espacios pequeños la disfunción de una familia, la ligereza en la que se pueden convertir las relaciones biológicas y humanas. Como si el tiempo lo destruyera todo. Así mismo, y siendo coherente con el conflicto del drama, remarca la idea de lo familiar y extraño, asumiendo la llegada de un nuevo integrante, Catherine (Marion Cotillard), que sin mucha voz parece estar más cercana a la familia que el hijo exiliado y que a su vez, nunca deja de ser extraña; razón posible de que llegue a ser la cómplice cercana de Louis, el protagonista. 
Dolan pone en conflicto las relaciones, donde a veces la sangre no es motivo de un vínculo armonioso. Y es que la película es en general perturbadora y conflictiva, lo cual hace que Xavier se mueva en constantes dicotomías: Familiar- Extraño; Silencio-Gritos, Pasivo- Colérico. Dicotomías que llevan al espectador a una sensación de emociones fuertes, a una experimentación constante de sobresaltos emocionales.
La dirección es precisa e inteligente. Se adentra en esta lucha con primeros planos que asfixian, la cámara literalmente encierra, ofrece claustrofobia y caos. Los espacios son oscuros, siempre en interiores. Es un encierro que oprime y presiona la respiración. Es también una invitación a huir de allí, a buscar espacio y libertad, a vincular al espectador con el drama.
Finalmente, Dolan mata cinematográficamente el espacio y le da vida al tiempo. Reflexiona sobre su movimiento y su vida más que viva, en donde muchas veces nosotros nos quedamos suspendidos, muertos. Lo único que tiene sentido es el aquí y ahora y debemos entender que cuando hablamos de tiempo hablamos de cambio; y que por más que queramos, no existe un momento igual a otro.
Solo el fin del mundo estuvo nominada al Palme d´Or en Cannes 2016, ganó el “Grand Prize of the Jury” y el “Prize of the Ecumenical Jury”, Tiene además otras 17 nominaciones.
Por Leandro cruz Parrado
https://madeincine.wordpress.com