viernes, 31 de marzo de 2017

Les chevaux de Dieu (para volver a ver)



En la historia del cine, todo se ha contado. Lo único que permanece abierto y renovable es la formar de contar. Y si intentamos buscar cual es la tesis que más ha tocado el cine, sin lugar a dudas el tema del amor (en todas sus variantes). Y es que el amor bien lo merece, pues es y será el origen de todo en esta vida.


Sin embargo, no hay día en que las noticias internacionales no dejan de señalar bombas humanas y atentados en el mundo islámico. Parece una historia de nunca  acabar y el cine no se ha quedado atrás en este sentido de mostrar esa realidad. Ya en su momento el cineasta Peter Greenaway (“Drowing by numbers”) decía que “el cine ha de servir para mostrar algo más que historias” y en muchas ocasiones para estos temas lo ha asumido a cabalidad.

En este contexto, sería necesaria entonces (como insinúa Debray en su texto “Vida y muerte de la imagen”) una historia de la mirada que conjugue a su vez: una historia del arte (que se ocupe de las técnicas de fabricación), una semiología (que se ocupe de los aspectos simbólicos) y una historia de las mentalidades que se dedique a pensar el papel que ocupan las imágenes en la sociedad), (Arango y Pérez, Anagramas, Volumen 6, Nº 12, pp. 129-140)

Y esto viene a colación ante la pregunta si existe alguna película al respecto, es decir, cuáles serían los filmes para estudiosos del conflicto islámico. Se me ocurre en esta instancia, traer a colación “Los caballos de Dios” (1912). Una película dirigida por Nabil Ayouch, donde el director francés de origen marroquí nos introduce en ese atroz cosmos.

Pero lo hace a través de la mirada de dos hermanos, quienes desde su juventud aprenden a administrar irreparablemente signos que impone —y parafraseando el título de un filme— la ley de la calle, hasta caer en las garras yidahistas, donde son despojados de cualquier tipo de ideas y sentimientos hacia el mundo en el que viven (entre otras cosas marginal), para ser la raíz del fundamentalismo islámico. Y es que […] ciertamente cuanto menos se impone la imagen por sus propios medios, tanto mayor es su necesidad de intérpretes que la hagan hablar. ´para hacerle decir lo que no dice y lo que no puede ni debe decir´. The less you have to see, the more you have to say” (Karlen, anne-marie. En: Debray, 1994, 48).

Esta cinta basada en la novela “Les étoiles”, de Sidi Moumen, “Las estrellas” es el nombre de un barrio marginal de Casablanca, donde la abyección de jóvenes sin futuro, juegan al fútbol con el deseo más profundo de ser algún día estrellas del balompié. Y es que en este cosmos de la exclusión social y abyección, vemos seres que transitan a la larga en callejones sin salida.
Silver (1994) formaliza una descripción bastante clarificadora sobre la evolución del término exclusión social. Arguye que el discurso de la exclusión comenzó a debatirse en Francia durante el decenio de 1960 para formular referencias vagas e ideológicas a los pobres, hablando de los excluidos (v.g. Klanfer, cit. en Silver, ibid.) y cómo el concepto de exclusión no llegó a difundirse mientras no sobrevino la crisis económica. Asimismo describe cómo durante el decenio de 1980 la noción fue utilizándose gradualmente.
Pero volviendo a la película “Los caballos de Dios”, si bien observamos un relato a la larga sobre la pérdida de la inocencia y la manipulación religiosa, luce lleno de fuerza poética y simbólica, funcionando en cierta medida como una metáfora social de ese mundo yihadista.

Pero también, y en esto del cine como un arte para mostrar realidades, vale la pena traer a colación al filósofo francés Deleuze, cuando reclama precisamente para el cine: una reflexividad específica, postulando una “conciencia-cámara” que ningún cuerpo puede encarnar: “la única conciencia cinematográfica no somos nosotros, los espectadores, ni el protagonista: es la cámara, a veces humana, a veces inhumana o sobrehumana” (Deleuze I, 2005: 38).


A modo de conclusión pues, película altamente recomendada y dolorosa y, para traer a colación otro punto de vista; cabe enfatizar y como lo escribió en su momento el crítico de cine Luis Martínez del periódico “El Mundo”, de España: 'yihadismo' no es tanto una excepción, una consecuencia sucia de la ideología, la religión, la fe o el simple fanatismo, como el punto de llegada de unas vidas condenadas a la miseria. Eso es lo que nos quiere explicar “Los caballos de Dios” con su mirada de antropólogo. De todas formas, usted amable lector, tiene la última palabra.

Gonzalo Restrepo Sánchez
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